lunes, 26 de abril de 2010

Sosiego

                                
                                                                                          Foto Tanci


                       
Miro al cielo
             blanco fulgor y fuego
        quieta me quedo.


                                                     

                                  
                                                                                          Foto Tanci
                                                       



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lunes, 19 de abril de 2010

Diafanidad

                                                           Foto Tanci





Espejo de mar
mano de serenidad
cruza el umbral.







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lunes, 12 de abril de 2010

Efímeras sutilezas


                                         Foto Tanci



Quiso parar el tiempo y al tiempo le parecía flotar. Le parecía estar mullida en una nube de algodón esponjoso. Sin palabras, no acompañada de lenguaje vocalizado, le permitió acercarse hasta su corazón para que pudiera entrar hasta su espacio personal, tan íntimo, reservado y poco dado a dejarse conocer hasta el momento.

Supo de inmediato que su afectividad conectaba con su parte más sensible, más tierna; y en aquel justo instante le hizo salir de un aislamiento individual renovando su alegría al recibir y, al mismo tiempo, al dar en forma de retroalimentación. Hizo que aquella situación la conectara con ella misma, enriqueciendo su espíritu y sintiéndose más plena.

¿Cuánto duró? ¿Dos, tres, cuatro o cinco minutos tal vez? ¿Alguno más quizá? Fue como una chispa que encendió su pequeño-gran motor hasta el momento magullado, del que sabía que se alimentaba para continuar su marcha. Sintió, interiormente, que fue el refuerzo de comunicación sereno y saludable que siempre había deseado y que en mucho tiempo no había recibido.

Ese simple gesto comunicativo le bastó para reconfortarla, llenándola de dicha, paz y amor. Nunca se había atrevido a dar ese paso. No se lo habría permitido. Sólo alguna vez, tímidamente, lo había hecho a través de su mirada, como pretendiendo comunicarle su sintonía ingenuamente y con fluidez. O a través de sus manos, tan expresivas, como queriendo llenarlas de amor balanceándolas al vuelo haciéndoles un hueco de calor.

Supo, para sus adentros, que no le fue dado por el mero compromiso. La intensidad de su conexión junto con la del ser al que se entregó, sin prejuicio alguno, en cuerpo y alma, fue nacida del corazón y en ese instante se  integró con la mirada, con la respiración, con su presencia firme. Lo sintió en el alma. Sintió que ese simple gesto la llevó a lo más profundo de su ser; tan inconmensurable es el campo de los sentidos, de las sensaciones. De las emociones al fin y al cabo.

Aquel fue un lenguaje intuitivo, cercano, en el que se fusionó mente, cuerpo y emoción. Fue entregar su cuerpo, su alma, su vibración suavemente, sintiéndose relajada y respirando hondamente; percibiendo sus manos, sus brazos y parte de su cuerpo al unísono, con la respiración fluyendo a la par. No quería pensar, no quería que ese fugaz momento de breve encuentro se le escurriera entre las manos. No quería que se lo arrebataran repentinamente y de cuajo. Por eso respondió al tiempo alargando sus brazos y le estrechó suavemente,  arropándole; como queriendo componer una melodía sutil a través de su gesto, de su tacto, de su olor, de su naturaleza…

-“Estréchame más, con suavidad, permanece así junto a mi, no te vayas. No en este momento, espera apenas… un poquito más…”- -“Permanece, por Dios”- “No te vayas ahora. Ahora no. Espera, espera, espera”- Pensamientos que se le pasaban por su mente en milésimas de segundos. Tan ávida estaba de su abrazo intenso y vigoroso pero sosegado, de su alegría, de su felicidad, de su amor, de su comprensión, de su respeto…

Lo sintió como un acto altruista, emotivo y sensorial y, como tal, la intención y la respuesta fue mutua. Una común unión que desbordaba energía, calidez y humanidad sin precisar palabras.

Se vio abriendo su espíritu a través de ese gesto corporal que, cuánto menos, transmitía tranquilidad, entereza, amor, dulzura y poder personal.

Se sintió querida, segura, apacible y con coraje suficiente como para seguir la marcha si fuera necesario. Aquel paso al frente, lleno de espontaneidad gratuita llegó a ser vital, eficaz y reconfortante a su vida particular. Apenas hizo una inspiración más profunda cómo para poder retener todos sus afectos, su gratitud, su comunicación… su conmovedor y auténtico abrazo. Le hizo desplegarse abiertamente y pausadamente. Sin brusquedad, tal y como lo pedía para sus adentros. -“Despacio, por favor”-.

Le dejó partir suavemente, abriendo sus brazos poco a poco, como no queriendo romper aquel halo de energía que flotaba a su alrededor. No opuso resistencia y mirándole de nuevo a sus ojos supo que, a través de aquel cálido abrazo, se manifestaba su esencia al completo. Tan táctil, tan presta a decir la verdad con la expresión de su cuerpo, de sus ojos, de sus manos. Y a través de su abrazo conoció la expresión del cuerpo que abrazaba y supo que era confortable, cálido, amoroso; y no inerte, ni frío, ni artificial como pensaba para sí misma.

Sabedora además de que aquel acto rompió su esquema y, tal vez, la hizo más rica, más libre y más amorosa. Y que sus variados receptores sensoriales se fusionaron en un solo corazón que se nutría, a través de aquel gesto largo y eterno, de impulso y fortaleza. Sólo dejó guiar su cuerpo hacia el acto del abrazo con la única intención que surge del corazón. Pero fue su voluntaria franqueza, que junto a su inesperada nobleza  de espíritu,  lo que la cautivó, conmoviéndola.

Anteayer soñó como en las películas. Ayer soñó como en las películas. Hoy sueña como en las películas. Le es inevitable. Pero hoy su sueño llegó en forma de abrazo. Simple abrazo efímero y  sutil,  pero vivo, sincero y auténtico. Como en las películas.




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sábado, 3 de abril de 2010

Molinos, veletas y molinillos



Cuando pisé por vez primera Fuerteventura, hace ya unos cuántos años, me sorprendí por sus magníficos molinos de viento para moler el grano, por sus molinas, más esbeltas aunque  para la misma función y por unos artefactos elevados que, aunque los había visto en las películas del oeste americano, no podía entender su relación con esta isla llana, semidesértica a mis ojos y bastante singular. No era de extrañar este espléndido panorama en los campos de esta isla, dado el aprovechamiento que se hizo  de los constantes vientos Alisios, poniendo la efecicacia de estos artilugios a favor del viento en tiempos pretéritos.
Fue mi amiga Ana N. la que me dijo que, llamaban a estas altas torretas  compuestas de un artefacto giratorio de múltiples paletas, "molinos americanos"; a la vez que me llevaba a visitar un vergel cercano en el que coexistían patos, palomas, gallinas conjuntamente con una agricultura de subsistencia como son las tomateras, verduras y algún que otro cereal.
Y fue un mecánico de New England, Daniel Halladay, quién inventó allá por 1854 este aparato cuya misión era la de elevar hasta la superficie las aguas subterráneas. El primer éxito comercial lo alcanzó el “American Farm Windpump”.
Me llamaba la atención sus múltiples aspas en forma de flor y que giraban según la fuerza del viento. Eran unos molinos de viento multipala tradicionales y que tenían una duración aproximada de unos 50 años. Esta tecnología se difundió en el mundo durante la última década del siglo XIX y se producían bajo licencia o con similares diseños en Australia, Argentina, África del Sur, Inglaterra, Francia, Alemania Suecia e Italia. Y esta favorable situación se mantuvo hasta la década de los años veinte del siglo XX. Durante los años 50 y 60, sólo unos pocos fabricantes permanecían activos a consecuencia de la electrificación, de los motores de combustión interna y debido a la gran depresión económica. Pero la crisis del petróleo en 1973 provocó, de nuevo, un interés por las fuentes renovables de energía y, más especialmente por la energía eólica. Vuelven a resurgir las aerobombas.¡Ay si el Dios Eolo mirara por un agujerito!
Según mi amiga Ana N., estos molinos hacían sacar el agua necesaria para el consumo de aquel vergel que rodeaba la casa de sus progenitores. Además, me dijo que estos molinos no necesitaban demasiado coste en mantenimiento y que, incluso, con poco viento ya realizaba su función de extracción de agua.
No me planteé en aquel momento si esos molinos tenían o no un impacto medioambiental, si eran o no ecológicos o si en algún momento deterioraban la naturaleza. Lo que más me llamó la atención fue el oasis que, en esa tierra aparentemente seca y árida, se entretejía en los alrededores de la casa y  a partir de un simple molino alto y empericosado de unas veinticuatro aspas. Hoy parece que va hacia una línea ascendente la generalización de las energías limpias y renovables a través de modelos de molinos modernos. El siguiente dato nos puede dar una idea de la importancia de estas energías:"  En la isla de Fuerteventura (Islas Canarias), los 20 MW producidos por el parque eólico de Cañada del Río cubren el 25% de las necesidades eléctricas de la isla". 
Y mirando hacia esta torre elevada, se me vinieron a la cabeza, por comparación, las antiguas veletas adornadas con un gallo u otro tipo de decoración, que culminaban las alturas de casas insignes y señoriales o que remataban edificios nobles en los que, de una manera u otra, atraían la mirada de cualquier viandante, recayendo la vista hacia una altura controlada. Veletas bellas, enhiestas, permanentes y dispuestas a posicionarse a sí mismas. Su misión era autentificar la dirección del viento, soplara por dónde soplara éste. Así como la misión del molino americano, también llamado Chicago, del padre de mi amiga Ana, era sucumbir al viento viniera de dónde viniera y gestionar la extracción del agua para regar los cultivos de su vergel.
Y necesariamente se me va la mirada atrás, a mis años infantiles, en los que mis hábiles manos realizaron y mantuvieron los mejores y más bellos molinillos de cartón coloreados y decorados a mano, con sólo dos aspas ligeramente dobladas y que, fijadas con un alfiler y éste a un trozo de palito, giraba libremente, a la vez que mi mano lo dirigía y lo movía mientras andaba en la búsqueda de la presión del aire que alentara el movimiento de sus palas. En realidad este molinillo, ayudaba a la persona inquieta, hiperactiva y que necesitaba estar siempre moviéndose a identificarse con los movimientos ligeros, volubles y cambiantes que, de igual forma, ejerce la veleta en su misión de identificar el viento.
El día en que a esa veleta veleidosa, mudable e inconstante le aparezca cualquier tela de araña, por insignificante que sea; ese día, habré constatado que por cualquier razón y durante algún tiempo no ha podido ejercer su auténtica misión; la  de señalar la dirección cambiante del viento. Siendo esa veleta impulsada por el mismo, venga de dónde venga. Definitivamente, tanto el molino americano que me mostró mi amiga Ana, como la veleta o incluso el molinillo de viento infantil del que guardo auténticos y buenos recuerdos, tendrá que cambiar frecuentemente de gustos, de ideas e incluso de sentimientos al mismo tiempo que le acaricia el viento, sea viento del norte, del sur, del este o del oeste. Teniendo en cuenta que, incluso, hay variaciones intermedias que son mucho más sutiles irremediablemente.
Siempre y cuando el Dios Eolo siga protegiendo  a esos molinos, veletas y molinillos, a la vez que pasa su mano arrullándolos  con cierta delicadeza; ese movimiento intrínseco  es y seguirá siendo su sino, sople el viento por dónde sople.  





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