viernes, 31 de julio de 2009

Siempre es bueno llegar



Siempre es bueno llegar a casa, siempre es bueno llegar aunque sólo sea por saber que se estuvo y que se está. Siempre es bueno saber que te espera tu casa, tu cama, tu familia, tus amigos, tu perro, tu canario o una simple planta.
Siempre es bueno volver y llenar tus emociones de alientos adormecidos, tan sólo vagamente escondidos. Siempre es bueno alimentar de nuevo tus sentidos de otras sensaciones que amplíen más, las ya añadidas, las ya construídas.
Es bueno llegar a la meta. Llegar supone atravesar etapas en el Camino, pasito a paso, pie tras pie, zancada tras zancada… y a veces, salto tras salto, otras y sin más remedio, rezagada.

La meta para algunos es el final de un viaje planeado por aventura, por entretenimiento o por relax, por disfrute y gozo de la naturaleza, por un reto, por deporte o por un contacto personal; muchas veces, la fe juega un papel importante. Pero siempre habrá una meta a la que llegar, habrá un lugar al que se le ha puesto destino, un nombre y un trayecto, a priori, definido por cada uno según sus propias espectativas. Sin éste, sin el trayecto, y sin las etapas que lo conforman, no podremos llegar a ese destino.
Y llegar no es dar un salto de canguro para alcanzar el sitio anhelado, el lugar soñado. Llegar es ser consciente de toda tu fortaleza, de tus posibilidades, de tu tesón, de tu generosidad, de tu ahínco, de tu humildad, de tu sentido del humor, de tu bondad, de tus habilidades, a veces de tus debilidades...en definitiva de todo tu ser, siempre y hasta el final en construcción. Como aquellos caminos por los que caminamos en la vida que están trazados, trillados, pateados; pero nunca finalizados. Porque al final, esos caminos podrán ensancharse más, a expensas de los caminantes que los transiten; o menos, según se deje crecer hierba sobre ellos a poco que nos apartamos de la vereda. Por eso el tesón y la constancia son muy buenos compañeros de nuestro viaje, pero siempre y cuando vayan con nosotros por la senda auténtica.

Siempre es bueno llegar a sabiendas que los olores, los colores y las formas van a conformar y completar, en parte, a los que ya has recibido a plenitud en todo el trayecto. Un eucalipto tras otro, el trigo recién segado, un maizal repleto pero sin florecer, la tierra mojada en el instante de llover, el paso del río casi al atardecer, la orilla de helechos gigantes balanceándose al compás de nuestro caminar, una cuadra de vacas alineadas prestas para comer, la paja apilada en el pajar y el granjero tranquilo viéndolas pastar, el gallinero a la vera del camino que nos hizo parar...no muy lejos, el perro, adormecido, deja su tiempo pasar; él, más que nadie, sabe de encuentros y desencuentros.

Es tan bueno llegar como el mismo tiempo que pasas para desconectar. Sabiéndote viva, plena, auténtica contigo misma y con los que te rodean. Aceptando retos, planeando trayectos, previendo el tiempo, abrazando contratiempos...saboreando cada uno de los presentes añadidos diariamente. A lo lejos, cualquier campana en cualquier campanario de cualquier torre de cualquier iglesia, por simple o sencilla que fuera, alentaba nuestros pasos oteándola desde la distancia. Incitaba a traspasarla y a conocerla. Era bueno llegar hasta sus gruesos muros construídos siglos atrás para que sus piedras nos dieran el cobijo jamás pedido, si bien, presto siempre a darlo.
Por todo ello, he pensado que mi Camino ha sido una prolongación del propio camino iniciado por mi. Quizá haya sido la reafirmación de que sigo la senda adecuada, construída por mi, piedra a piedra, guijarro a guijarro. Y esta senda, adecentada en varios tramos, perfilada en otros, repitiendo muchos pasos que desconocía y sobre muchos parajes que se me iban presentando; ha sido la continuación de un largo camino emprendido hace ya también algún tiempo. Con todo, se me hacía imprescindible meditarla, apreherderla y embeberme de ella toda vez que he descubierto el Camino conscientemente y a plenitud, sabiendo llegar a cada etapa señalada y estipulada.

Todavía tengo el dulce recuerdo de aquella simple jugada de cartas, al atardecer de uno de tantos días, en la que siendo invitada a entresacar una, entre muchas otras, me tocó justo la que me haría meditar en todo mi trayecto: "Tu vida es aquello que tus pensamientos construyen". Y en ese mismo instante un Ángel, que brillaba con luz propia, se propuso recordármelo al oído, pasito a pasito, repetitivamente a través de todo mi Camino. Como si no quisiera marcharse de mi lado hasta certificar que me había aprendido bien la lección. Y yo, algo renuente al inicio, pero practicando con todo mi esfuerzo, y añadiendo a su conocimiento e información parte de mi paciencia y serenidad, le hice caso. Ahora sé que forman parte de mi auténtico y personal trayecto. Por ello, no lo dejé olvidado en un recodo del Camino, sino que, más bien lo añadí a mi mochila algo pesada, ya que su cargamento estaba lleno de entendimiento, formación y sabiduría y sobre todo mucho amor. Sólo había que descubrir su halo resplandeciente y desprendido cuando efímeramente se manifestó. Y desde el inicio fue este hallazgo lo que menos me costó y, por ende e instintivamente, lo que verdaderamente me atrapó.










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viernes, 10 de julio de 2009

Oculta estaba la luna




Oculta estaba la luna
Oculta estaba en su casa,
no siempre estuvo oculta
aunque si agazapada.



Me sorprende esta luna,
próxima a mi tejado
por un tobogán bajando,
suavemente se desliza
queriendo apretar mi mano.



Generosa la recibo
luciendo de plata un broche,
espero que la luna
acune su luz esta noche.



Cascabeles de alegría
montan con gozo la guardia,
un baile improvisado
asoma arriba en la montaña.



Con su danza particular
aparece de nuevo
allegada,
viva, auténtica y engalanada,
brillante,
alta, y espigada,
mas, nunca improvisada.



Despacio baja y se asoma,
desde su morada se alonga,
de su halo
un beso tierno me regala,
y me deja reconfortada,
¡ es cómo si me pillara!



Grácil y cercana
en aromas y fragancias,
un leve beso devuelvo
sabiendo que aparenta
indiferente y alejada.



No se prodiga esta luna
en horas, días ni en semanas,
si al encuentro
ofrece su aliento,
en la noche más cerrada,
no dejo escapar su beso,
con él,
puedo arropar mi alma.









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jueves, 2 de julio de 2009

¿Escritura Naïf ?





Alguien, habiendo leído algunas entradillas en mi blog, me comentó no hace mucho que mi expresión escrita le hacía recordar cualquiera de los cuadros que se pueden representar con estilo Naïf y me dio motivo para reflexionar acerca de esta perspectiva, por otra parte nada baladí.

En efecto, y pensándolo bien, creo que en muchos momentos de mi vida he practicado, sin saber que lo hacía, arte Naïf : sus miniaturas, sus colores, sus figuras ingenuas y directas, sus formas sin ningún tipo de doblaje… Viene a representar este estilo, concretamente en la escritura, la expresividad diáfana y clara de motivos elegidos para hacer realidad ideas y pensamientos en torno a lo que yo quería expresar. La vida diaria por un lado y también la ilusión e imaginación recreada en un porvenir.

Tendría yo algo así como 8 ó 9 años y, desde luego, era mucho más habilidosa en dibujo y pintura que en expresión escrita. Creo que fui mejor dotada por la naturaleza en lo primero, siendo esto último desarrollado más tardíamente. Pues, como decía, tendría esa edad, y me ocurrió que tuve que responder a una composición escrita ordenada por mi profesora. Mi profesora sabía que tenía que “mandar” a hacer una “redacción” sobre el mar. Pero sabiendo yo todo lo que el mar podía conformar y podía ofrecer, no comprendía, sin embargo, lo que conllevaba una “redacción”. Pero hete aquí que, a la sazón, y por nada del mundo, una alumna podía osar a pedir algún tipo de explicación ajena al mandato de la profesora. Y con esa duda y sin saber siquiera por dónde comenzar, empecé mi composición escrita.

El mar se me antojaba amplio, lleno e imposible de abarcar en todo el espacio que me ofrecía una hoja de cuartilla. Por eso, y desde el punto de vista infantil, pensé que habría que llenar la hoja todo lo más apretadita posible y con todo lo que en mi mente podía barajar de posibilidades para el mar. Rodeada de mar por todas partes, desde luego que no fue una empresa difícil dada la experiencia que tenía en cuanto a contacto directo con el mismo.

Así comencé mi “retrato Naïf” desde esta perspectiva simple, instintiva, ingenua y viva:

"En el mar hay: peces como la morena, los chicharros, las sardinas, el sargo, la fula, el pulpo, el cherne, el abadejo, la corvina, la sama, el burro, las lapas y los burgados. También hay mesas con paraguas, niños que se bañan, gente ahogada, buzos que están debajo, neumáticos, toallas en la arena, barcas pescando, estrellas de mar y caballitos danzando. Gaviotas volando y el sol en el cielo que está quemando. Hay un carrito que vende helados de fresa, vainilla y nata con cucuruchos de galleta que valen a dos pesetas. También hay en la orilla gente pescando peces, hay algas que se te enrollan en los pies cuando estás nadando y tiburones, ballenas y rayas. Hay rocas y callaos y montoncitos de sal en los charcos. Y cuando una ola grande viene te levanta y tú nadas por debajo. Y si no saltas la ola te revuelca y te lleva de nuevo a la arena…y…y… "

Así más o menos entregué mi “redacción” sobre el mar. Y mi redacción sobre el mar se limitó a dibujar una composición Naïf desde el punto de vista de una niña de 8 ó 9 años. Adornada profusamente. Decorada con aliños y adornos que mi mundo me otorgaba. Alegrada por una visión espontánea, instintiva en dónde lo real se identificaba con lo imaginado y en dónde mis sueños se hacían realidad a través de lo enumerado paso a paso. Era como si de alguna manera yo reivindicara toda mi imaginación a través de mi personal descripción verbal. Si, ahora pienso que era una simplicidad, pero franca y con una ausencia de normas por mi propio desconocimiento. Pero reflejaba una visión del mundo sincera y sin artificios. Casi diría yo, sin ningún tipo de preocupación interior y en dónde lo descrito era sólo un ambiente sereno y casi sin contaminar. Era lo que rodeaba a mi mundo y, en todo caso, lo que mi mundo podía ansiar.

Ahora, y después de reflexionar sobre la opinión de mi comentarista, puedo pensar que algo de eso puede haber en mi expresión actual. Sólo que esta vez trasladada a metáforas añadidas y perfiladas por el pincel de mi imaginación y por los colores de mi elaborada experiencia. Digo yo que uso las palabras con un sentido algo distinto del que tienen y que, a modo de juego o complicidad con el lector, guardan alguna relación descubierta o encubierta por mi creación o mi fantasía. Es un sentido figurado de mi inventiva.


Lástima que mi maestra, con muy poca capacidad psicológica y pedagógica por aquellos años, no supiera leer entrelíneas y apreciar lo que su alumna le regaló. Ella se perdió un espíritu franco, espontáneo, exento de artificios y por supuesto Naïf.













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