jueves, 28 de agosto de 2008

La película




Tenía ganas de ir a verla. Me refiero a MAMMA MÍA. Tenía ganas de ponerme frente a la pantalla y dejarme encantar por el ritmo de sus canciones, por el colorido, por sus paisajes y por volver a ver a Meryl Streep. Es digno de recuperar y de recordar dado que cantamos sus canciones, soñamos con sus letras y fue vivido por gran parte de mi generación y algunas posteriores a la mía también.
Y para hacer un preludio de presentación a la película, me vale el ejemplo que a modo de recurso didáctico empleó una vez una profesora, y que se me quedó grabado a fuego. De una manera casi gráfica echó mano de Adán y Eva para explicar los condicionales en inglés. Recuerdo que utilizó a la famosa pareja en el paraíso y que, además, el recurso estaba bien adornado con el árbol y la manzana que, por supuesto, no podía faltar al festín del que ambos participaron.
Creo recordar los tres tipos de condicionales, aunque por supuesto no los voy a exponer ya que no es el caso exactamente que nos ocupa. Pero he de evocar al menos uno de ellos para llegar a mi fin. Y aquí está:

If ADAM hadn't eaten the apple, BOTH ( ADAM and EVE ) wouldn't have been turned out from the paradise.( Si ADAN no hubiera comido la manzana, ambos no habrían sido expulsados del paraíso).

En mi caso y después de haber visto la película MAMMA MIA diría:

If I hadn´t had a dream, I wouldn't have been able to believe in angels. Y todo esto utilizando sólo una de las canciones de todas las que se emplean como recurso narrativo en la película. ( Si yo no hubiera tenido un sueño, yo no habría creído en los ángeles).
Y para mi bien y para mi esfuerzo, para mi tranquilidad y para mi salud emocional; quiero seguir teniendo sueños, creyendo en ángeles y seguir viendo películas que me hagan sentir, que me hagan emocionar, vibrar y soñar. Más tarde, tal vez, para construir.
Vale que no es una gran película, ( tampoco soy crítica de films), pero el mero disfrute de la hora y media que, aproximadamente ha durado la misma, ha hecho que este musical me haya llenado por un corto espacio de tiempo de felicidad, alegría y vitalidad. También se puede pasar del sentimiento de alegría a un cierto dramatismo que puede tocar alguna fibra escondida por largo tiempo. Aquí es nada.

Meryl Streep está radiante, a mis ojos, y es capaz de transmitirnos toda una variante de vitalidad y escenografía digna de enamorar a cualquiera. Hace pases de baile, nos canta, pasa de la risa al llanto, tiene guiños y complicidades que nos deja a más de uno boquiabierto y gozoso en la butaca. Aparece dominando, o queriendo hacerlo, todas aquellas cosas, (pinta paredes,coloca baldosas,utiliza taladros...) que las mujeres nos impusimos en aquellos años practicar para querer una vez más demostrar nuestra valía y nuestra independencia. Lejos de eso, una quisiera entrar en la pantalla al son de la música y del baile para participar de la fiesta. Incluso aquellos que no tienen gran motivación por estas dos últimas artes.
Definitivamente, salí de la película con un buen sabor de boca ante este canto a la festividad y al optimismo y; de ahí a querer seguir soñando y creer en ángeles hay sólo un paso.Por eso en este trecho, tan sólo, me vale la película. Disfruté y me empapé de ella.




ABBA - I Believe In Angels.mp3 - ABBA





The Winner Takes It All - ABBA





Thank You For The Music - ABBA



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martes, 26 de agosto de 2008

La ventita y el imperio de los sentidos (II)





En mi barrio, y no muy lejos del casco histórico de La Laguna (Ciudad Patrimonio de la Humanidad), aún perdura el sabor de lo auténtico y el sabor de antaño. En esta medida, pisar esta venta supone un recuerdo de infancia en mi haber, pero a su vez transportado necesariamente a tiempos actuales.

Si usted tiene tiempo, cosa de lo que se carece hoy en día; y usted posee esa sensibilidad visual, olfativa y auditiva especial para empaparse de colores y armonías, olores, voces y auténtica vecindad, pásese por “Adelfa”; dulcería y víveres. Que aunque su primera creación fue la de simple dulcería, no deja de ser una venta al puro estilo antiguo, pero con el decoro y la renovación necesaria que la vida actual exige. Más conocida por la venta de Lourdes, dado que es su dueña. Quienes se ocupan esmerada y cuidadosamente, con absoluta exquisitez, son sus hijos Tere y Carlos, conjuntamente con Ani quien también les ayuda en esta tarea de cara al público. Los tres son quienes atienden este retazo de la vida de mi barrio, y son quienes tan amablemente desempeñan el buen hacer propio del comercio tradicional.
Allí los niños son agasajados siempre con una sincera sonrisa, cuando no con un caramelo o algún tentempié. Los adultos, que saben esperar, hacen cola para adquirir los productos que están perfectamente colocados y bien expuestos en estanterías a la vista y siempre detrás del mostrador. Y si no los viera, pregunte, lo más probable es que ese artículo lo tengan dentro, en su trastienda. No en gran cantidad, pero sí de todo un poco. Usted puede llevarse desde unos dulces laguneros siempre frescos, un buen trozo de auténtico queso palmero, una botella de vino canario así como frutas y verduras del día y de gran calidad, como también cualquier embutido o conserva que se desee comprar. Eso sí, ellos se lo despachan a la antigua usanza, no sin antes pedirle su conformidad mostrándole abiertamente el producto.

Una venta de las de antes, pero renovada. No tema hacer cola, si su paciencia y tiempo se lo permite, y permítase gastar un poco de ese bien tan apreciado ganándolo en buena vecindad y en relaciones humanas, amén de un poco de paciencia. Al final verá que su compra valió más la pena, que se irá satisfecho, con buenos productos y la más amplia y grata sonrisa de sus dueños. También su dependienta lleva el mismo ritmo, así fuera que los tres recibieran el mismo cursillo específico de amabilidad y cordialidad, amén del buen humor. Ellos marcan estilo. La diferencia está en que se acordarán de que el día anterior usted tuvo un dolor de cabeza, si usted se lo comunicó o se quejó, y se preocuparán y le preguntarán con el recato y la prudencia suficiente como para hacerle sentir cómodo, como en casa. En una palabra: es la antigua venta familiar donde no sólo se vende el producto, sino en la que se comparten alegrías y logros, penas o tristezas según el talante del cliente. Pero no tema, usted puede también comprar sin “soltar prenda” pues el tratamiento seguirá siendo el correcto: respeto, cautela, atención personalizada y calidad.

Con las grandes superficies si que hay una gran diferencia. Y no precisamente en tamaño, sino en procedimiento. Y yo que valoro más lo duradero que lo fugaz, más lo simple que lo complejo, más lo humano que lo meramente mercantilista, prefiero ir con mi lista del momento, ganar en paciencia, hacer vecindad de la buena, dejar mi dinero en el pequeño comercio familiar y si cuando llego a mi casa, algo se me ha olvidado hasta puedo volver caminando.

Me lo repite mi madre muy a menudo, ahora que han pasado los años: “si yo tuviera una ventita así, cerca de mi casa, otro gallo me cantaría y cuánto no me resolvería”. Mi madre ya no vive en aquel barrio de mi infancia, tampoco en mi barrio lagunero, pero si tuvo, compartió y defendió una ventita así hace muchos años y también creó escuela.


La Piel de mi Niña Huele a Caramelo - Alí Primera




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sábado, 23 de agosto de 2008

La venta y el imperio de los sentidos (I)




Fui criada en una venta. Así llamaban por aquel entonces a las tiendas de comestibles. Aquella era “la venta de las macetas” porque era la única en el barrio que las vendía de todos los tamaños y precios. Otros la conocían como la venta de Don Felipe y de Doña Encarna.Pero allí, a buen seguro, se podía encontrar desde la fruta y verdura que a diario iban a comprar sus feligresas, pasando por las pastillas de colores de a perra chica, caramelos o merengues, higos pasados y dátiles; a objetos de uso cotidiano, amén de los granos, azúcar o café que se vendía a granel y que con cuchara de latón y mango de madera se despachaba por gramos, dado que a más no se estaba permitido por la pobre economía doméstica de la época. En papel de envolver o de estraza se ponía el cuarto kilo, o el medio kilo si se lo permitía su economía. Aquello era toda una artesanía del envoltorio o del paquete: dobladillos por los extremos a dos manos y al mismo tiempo, hasta culminar el cierre que en forma de aletilla montando un pico sobre otro, dejaba la mercancía; azúcar, legumbres, cereales etc. bien cerradas y a buen recaudo. Habilidad más que sobrada había que tener para que el paquete, por lazos del destino, no se abriera por una esquina y se fuera derramando paso a paso, de las manos del portador hasta su destino, llegando a veces a no aparecerle al comprador su mercancía por desparramarse en el acarreo. El uso del cartucho se reservaba para el kilo de cualesquiera de estas mercancías.

Meter mis diminutas manos en el recipiente que contenía el arroz o en el de las lentejas, más frías éstas al tacto que aquel, o en el de los garbanzos, algo más rascadores y carrasposos y bastante más difíciles de traspasar al intentar moldearlos, fue una de mis primeras experiencias táctiles, difíciles de olvidar. Al otro extremo estaba el cajón del pescado salado, que, cubierto con tela de arpillera o llanamente llamado saco, pretendía proteger al producto de los calores, del polvo y quizá también de los olores. Pellizcar sólo un poco por un lado a una corvina o sama, para sacarle una pequeña lasca o tira salada y llevármela a la boca, fue uno de mis más apreciados primeros placeres culinarios. Era la iniciación al paladar adulto, pero en boca de una niña que experimentaba los sabores fuertes y rancios de la época. Así pasó también con las aceitunas, que sacadas con cucharón de madera agujereado al efecto para dejar atrás el líquido salado, se vendían a granel extraídas de un gran garrafón de cristal verde botella, de boca ancha y gruesa, para ser depositadas posteriormente en cucuruchos de aquel mismo papel de estraza.

En una vitrina de cristal; jabones y jaboncillos, algún frasco de colonia, sedalinas, libretas y lápices para la escuela, algún objeto decorativo o también de menaje para el hogar, cumplimentaba este pequeño preludio a los posteriores supermercados, hipermercados y grandes superficies que no se adivinaban. Y desde luego marcó aquellos años en cada pueblo o cada barrio. Eran las llamadas “ventas”. La expresión: “voy a la venta” se popularizó de tal manera que hoy en día la seguimos utilizando a nivel familiar y/o popular; voy a la venta de la esquina se diría en términos coloquiales.

La llegada de las macetas, que también se vendían en la misma venta, constituía una auténtica odisea. Venían calientes, recién salidas del horno y había que ayudar a apilarlas por tamaños, a la vez que sobre la superficie de cada una de ellas, había que signarles su precio con tiza blanca: 50 céntimos, 1,25 pesetas, 1,75 pesetas, 2 pesetas según el tamaño y forma. Mis manos terminaban adquiriendo un tinte de color rojizo, que hoy podría comparar por similitud en tonalidad con el que deja la henna.

Mi primer experimento químico lo tuve con el carburo, sabiendo yo que se vendía para introducirlo en unos aparatos llamados del mismo modo, o sea carburos. Mi único objetivo, avalado por mi hermano, era hacernos con pequeñas lascas o piedrecitas del susodicho, para una vez en la calle, mojar estas piedras y simplemente verlas hervir. Lo otro, pegarle fuego con un fósforo, sabíamos que era arriesgado y prohibido y no nos atrevíamos; aunque sabíamos que se conseguía la llama del carburo en artilugios utilizados en cuevas, galerías de agua y muchas casas a las que la electricidad no se había dignado llegar.

Las latas de aceite y de leche en polvo había que irlas a buscar a la llamada tronja, ya que estaban en lo más empericosado de la venta. Pero era toda una aventura acceder por detrás de aquellas estanterías de madera donde se exponía la mercancía, para una vez llegar a lo alto, y a través de unas escaleras; coger la lata de aceite o de leche en polvo para el cliente.

Capítulo aparte lo componían el aceite o el petróleo a granel, que se dispensaban a través de sendos surtidores: -“no me ponga más que una cuarta de aceite y se lo apunta a mi madre hasta que cobre mi padre”. El petróleo, elemento combustible para muchos hogares de aquellos años, suponía también un medio para alumbrarse utilizando quinqués, capuchinas o mechones según necesidades y/o posibles para el uso de estos artilugios.
Y, ¿Quién se acuerda del “crin “?, especie de hierba seca que se vendía al peso para el relleno de colchones.

Así era aquella venta, a la que también tenían acceso los cabreros y lecheras para comprar millo con el que alimentar a sus cabras que por allí pasaban diariamente, para luego vender la leche casa por casa. Era venta de acceso a copas de parra o caña al atardecer, de algún que otro consumidor de tan preciado líquido, y que a la luz de débiles fluorescentes alargados hablaban de obras y casas, cañerías y cañeros, de piche y guaguas, de barcos y muelle, de cambulloneros y mercantes, de refinería y economatos, y de algún que otro mercachifle que acertaba a pasar por aquel lugar.
Así era la venta de mi infancia, lugar social y mercantil, de encuentro mañanero de mujeres de su casa ataviadas con seretas, lugar social y de tertulias de los maridos por las tardes; aderezados con alguna copa de parra o caña encima del mostrador.
Hoy en día estas ventas han caído en desuso, se estila las grandes superficies, los grandes hipermercados y los supermercados.








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miércoles, 13 de agosto de 2008

¿Alguna virtud?





Paciencia,
sólo te pido paciencia.
Paciencia, para conocerme,
paciencia, para quererme,
paciencia, para hallarme.

Si me encuentras no me dejes sin amarme,
sólo estoy para el desarme...
quien dijo herida, dijo aguijón
quien dijo pecho, dijo resquemor
quién a clavarlo llegó
hincó profundo su arpón.
¡No más vueltas a esta maraña
sin ton ni son
sin pies ni cabeza!
Al fin y al cabo sólo demuestran
su deshumana vileza.

¿Pretendes cambiar sólo para agradar
o es para armonizar?
Es tu sensibilidad la que tiene valía,
es tu dulzura la que infunde armonía,
es tu sonrisa que comparte alegría,
es tu ética el único don
que junto con la justicia y el amor
imperan por arriba
de cualquier signo frustrante y castrador.

Paciencia,
sólo te pido paciencia.





Bee Gees- I Started a Joke.mp3 - Bee Gees

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jueves, 7 de agosto de 2008

Enlazarse





Si me interno en el bosque,
es por un deseo de inmensidad;
siempre anhelo el más allá.
Ando en busca de la libertad,
¡qué ilusa!
sólo espero,
que tú me la vas a dar.

Fue el paseo,
fue la tarde,
y también las ciruelas.
mis lágrimas salieron fuera,
Fui en busca de mi infancia tierna,
sólo a pedirle que volviera.

Si me interno
en el camino de la amistad,
me gusta, me complace
y hasta me satisface...
Pero hay un afán que subyace
¿ Por qué este deseo
de querer ver un desenlace?

Total, todo es una tontería
que sólo lo resolverá,
la propia vida;
pero me inquieta, me exalta,
no me calma, ni me serena;
y hasta algo me domina
quedándome más bien,
a medias.

Aún sabiendo
que no lo controla mi vida,
mi lento pastar,
hace más lento mi andar.

Sigo en la brecha,
construyendo
algunos retazos
de tu sublime existencia.
Sin buscarlo,
conmigo se querellan
en un complot;
me dejan sin voz,
sin comprensión,
sin una huella de amor.

¡Bah!, mejor es no pensar.
Todo es muy agotador...

Aunque no se repita,
me gustó el detalle
de tu pensamiento,
pluma al viento;
la algarabía de tu conversación,
vas poniendo en lo que haces
una nota multicolor.
Tal vez será en otra ocasión...

¡Y con esa alegría,
pasas a recomponer
tu propia vida!

El aviso en mi ausencia,
dejó nuevas ansias
para mi querencia.
Es bueno pertenecer,
formar parte,
enlazarte.

Es enternecedor
saber de tu presencia.
Lo prometido es deuda...
¡Qué se repita!
Tu amor, tu elocuencia
y tu destreza.

¡Mas sin obligación!

Y yo entro a formar parte
de una noble y leal unión
de esta mágica esencia,
ante la naturaleza bella.






Memory - Barbra Streisand




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